23 de Enero de 2018
Ayer en el plató
de la vida me quedé con un recuerdo a Amanda y sus paseos con Manuel. Un día
donde el espectáculo dejo paso a los sentimientos. Es como ese partido de
futbol que nunca se acaba y se juega todo. Los concursantes lesionados unos,
cansados otros y los penaltis pendientes para saber el resultado de una
competición donde no hay competencias y tan solo sonrisas y últimamente muchas
lágrimas.
Dos actuaciones
excitantes iniciaron una gala en la que nadie quería saber su resultado y sin embargo
la calidad que ya tienen en sus botas la convirtieron en una muestra mas de
excepcional preparación y de calor humano cuando al final de la misma, al saber
definitivamente quienes son los cinco elegidos para ganar la competición, en
lugar de alegrías por ese motivo, lo fueron porque aquel que no continuaba de
alguna forma iba a seguir participando.
Lo curioso de
todo es la lección que nos llevamos. La vida es tan sabia que siempre
selecciona a los mejores de su especie en cualquier función, desde que nacemos y
en todo nuestro desarrollo. No significa dejar a unos y destruir a otros ni
muchos menos, sino una implicación natural a la belleza de los comportamientos
en el desarrollo del resultado o en la consecución de los objetivos. Aunque
parezca mentira, la academia y el programa esta siendo un ejemplo de todo ello
porque el fin en ningún caso está justificando los medios sino que el proceso
nace de la empatía para acabar en un fin no previsto que es otro que la
amistad.
Ayer se nos fue
Agonei. Tengo que reconocer que he tardado mas o menos diez galas para hacerme
con este nombre canario. Se trata de un joven que sorprende por su voz con la
llega a extremos difíciles de entender, pero sobre todo en su entrega por completar
cualquier actuación convirtiéndola en toda una función de teatro musical. Es proclive
al espectáculo y lo consigue. Ayer nos volvió a sorprender con una actuación
donde voz y provocación se unieron en un juego de miradas, de cuerpos y sobre
todo de deseo. Justo ese que satisfacía sus ganas y que oportunamente no quiso
manifestar por si acaso su condición sexual y los de mirada anacrónica marchita
podrían contribuir a su fracaso. No fue así porque la sociedad española tiene
mas que asumida la diversidad sexual y la complejidad de las relaciones
humanas. Agonei es un ejemplo de ternura, de sensibilidad y saber estar bien.
Amigo de sus compañeros y amor en cada paso de sus bailes que nos han llevado a
lo mas hermoso de la vida, que no es otra cosa que esas ganas de vivirlas.
Agonei tenía un dilema en la academia, que no es otro que el agradecimiento reconociendo su suerte por poder participar en esta aventura. Repitió hasta la saciedad que los sueños se hacen realidad. El tuvo un sueño y fue real.
Un hombre de
éxito asegurado sin lugar a dudas, y al que le deseo lo mejor confesándole que
durante la semana, tanto he votado a él como a Ana War, porque nunca se puede
pedir que elijas entre dos de tus hijos, entre papá y mamá o entre un amigo u
otro. Fuerte abrazo amigo.
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