Es curioso como
las personas se sujetan al pequeño espacio de tierra que les ha tocado en la
vida. No solo me refiero al arraigo a las cosas, a un territorio físico; sino
incluso al margen espacial de los sentimientos. Cuando tenemos mas o menos una
estabilidad en esa dimensión, o aún sin tenerla se nos acerca alguien que por
el motivo que sea está dispuesta a darnos parte de ese sentimiento suyo, que no
es más que amor se le ponga el traje significativo que se le ponga; nos ponemos
a la defensiva o intentamos poner barreras en ese espacio nuestro, como
protegiéndolo del invasor que se acerca. Somos desconfiados de quien nos ofrece
la nobleza del amor, y sin embargo no tenemos ningún problema de mantener
cualquier otro tipo de relación, siempre que no tenga esa fuente de sentimiento
que pueda invadir nuestro espacio.
Algunos son más
o menos generosos con sus bienes materiales, desprendidos dicen que les llaman;
pero no lo son tanto con la fuente de la humanidad, que no es más que ese
cariño que nos distingue como especie, aunque también lo contrario, como es el
odio o el daño emocional. Cuando convives durante unos días con un perro, te
das cuenta qué lo que nos diferencia como especie, no es tanto esa capacidad
para amar que para odiar. Cuando acontecen sucesos como los de Barcelona,
confirmas que la auténtica característica del ser humano puede ser el mal,
porque no se conoce en otras especies. Ninguna otra daña a su semejante por
hacer mal, sino como defensa, por pura supervivencia.
El ser humano es
esencialmente hermoso. Todo lo que le rodea es belleza, hasta que no la soporta
y necesita destruir; aliarse con el mal y dañar a sus propios semejantes. Tal
vez esa característica venga de su origen, de ese temor a recibir cariño. Esa
sospecha que nace desde lo mas profundo sobre quien generosamente ofrece amor,
preguntándonos que querrá, que nos pedirá a cambio; sin que seamos capaces de
aceptar el cariño a cambio tan solo de un poco de nuestro amor. #manuylavida
MBS
No hay comentarios:
Publicar un comentario