El deseo por lo
que me prohibiste, por aquello que has guardado hasta que llegue su momento. No
es una negación, es una promesa guardada a cambio de una victoria, como si se
tratara de conseguir los puntos necesarios para llegar a ello.
Dicen que no hay
nada más excitante que la espera, que desde el instante en el que se empieza a
esperar nace el deseo por conseguir el encuentro, lo prometido; esa posibilidad
de poseer aquello que por esa propia espera necesitamos. La tentación se define
como el deseo de realizar una acción inmediatamente agradable pero
probablemente dañina a largo plazo; ya sea por razones legales, social,
psicológica; la propia culpa. También se puede entender como el acto de
coaccionar o inducir a una persona la realización de un acto, por manipulación
o por influencia de curiosidad, deseo o miedo de pérdida. En lo religioso, la
tentación es esa posibilidad de caer en el pecado.
A mi me encanta
tener tentaciones, deseos de lo que no está en mi posibilidad inmediata porque
de lo contrario, si puedo lo cojo o lo intento. La tentación es una posibilidad
pero como aparece en esa definición de algo no tanto perjudicial, sino abismático,
arriesgado; con un plus de deseo, de satisfacción en muchas ocasiones de índole
sexual, pero que tal vez no tenga que ver con una relación sino con la propia
auto estimulación de la excitación previa al orgasmo que sería conseguir
aquello que el deseo necesita fruto de la tentación.
La religión nos dice no nos dejes caer en la tentación y se lo dice al propio creador. Se refiere
claramente al pecado, por lo que el atisbo moral del concepto, de ese
sentimiento tan carnal, tan de lo animal de las pasiones humanas, que es
censurado porque la propia moral donde incluyo las religiones tienen un odio
especial a todo lo que se refiere a placeres o a necesidades corporales, más
aún si cabe si ello puede llevar al sexo propio sin más fin que el placer.
Yo me dejo caer
en las tentaciones humanas y en todas aquellas que deslumbren mis días, los
tinte de color y sean llevados de la mano de la pasión, porque el cuerpo como
el alma necesita de sus alegrías, placeres y satisfacciones que se hallan en
muchas ocasiones al otro lado de las tentaciones prohibidas.